Había vuelto, aquella Luciana fría que no se detenía a pensar en lo que hacía, aquella que hacía lo que le apetecía sin más, la que vivía de sí, con su cuerpo acomplejado, la que con su sonrisa paralizaba y daba vida como podía quitarla. Aquella persona que no sentía una mínima de compasión ni por ella ni por los demás. La que había perdido la inocencia en el camino y había decidido que "más" siempre era posible. A la que nunca le bastaba con lo que era, siempre quería más y más hasta que nisiquiera con eso le bastaba. La que desesperaba en silencio y reprimía los dolores, la que escuchaba con paciencia y no se quejaba porque sabía que en verdad aquello era mucho mejor a hablar de sí misma. La que sufría pero sonreía, hablaba con una voz dulce y teñida de rosas y dentro suyo, se coleccionaban gritos furtivos que sólo podía desquitar cuando se encontraba sólo o en sueños. Decidí cambiarme temporalmente. Para poder avanzar y no mirar atrás, para dejar de llorar en vano a aquellas personas que no les interesa ni por poco lo que concierne a mi vida, a mis problemas, a mi en general. Y aunque todo esto me sabe amargo como el champagne al festejar, no va a doler más de lo que ya me duele el alma. Me tranquiliza saber que desde ahora voy a ser la que se ocupe del papel de indiferente y no de la que ruega un poco de ayuda o incluso atención. Me canse de esperar. Si algo llega voy a decir que sí aunque no lo desee porque... así es la vida, si no te haces notar, si no avanzas, te olvidan. Parte de mí, fue olvidada, la verdadera Luciana paciva y sana murió junto con mi inocencia. Por suerte o desgracia, todavía me quedan millones de fasetas, caretas de todos los colores del arcoíris para satisfacer a quien me de la gana. Para que sólo los que realmente me conocen y se interesan, distingan quién soy y quién no. Para poder jugar un poco mi juego y ver quien me sigue y quien no, quien llama y quien no, quien pregunta y quien no. Porque a fin de cuentas, si uno no pone reglas en el juego y delimita sus espacios, donde comienza el dolor y termina lo saludable, entonces dejás de ser libre para ser un esclavo más. Para ser un nombre perdido.
Tendré que enojarme con cada cosa que me recuerde a él, enojarme hasta odiarlo, y odiarlo hasta olvidarme de él.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Había vuelto, aquella Luciana fría que no se detenía a pensar en lo que hacía, aquella que hacía lo que le apetecía sin más, la que vivía de sí, con su cuerpo acomplejado, la que con su sonrisa paralizaba y daba vida como podía quitarla. Aquella persona que no sentía una mínima de compasión ni por ella ni por los demás. La que había perdido la inocencia en el camino y había decidido que "más" siempre era posible. A la que nunca le bastaba con lo que era, siempre quería más y más hasta que nisiquiera con eso le bastaba. La que desesperaba en silencio y reprimía los dolores, la que escuchaba con paciencia y no se quejaba porque sabía que en verdad aquello era mucho mejor a hablar de sí misma. La que sufría pero sonreía, hablaba con una voz dulce y teñida de rosas y dentro suyo, se coleccionaban gritos furtivos que sólo podía desquitar cuando se encontraba sólo o en sueños. Decidí cambiarme temporalmente. Para poder avanzar y no mirar atrás, para dejar de llorar en vano a aquellas personas que no les interesa ni por poco lo que concierne a mi vida, a mis problemas, a mi en general. Y aunque todo esto me sabe amargo como el champagne al festejar, no va a doler más de lo que ya me duele el alma. Me tranquiliza saber que desde ahora voy a ser la que se ocupe del papel de indiferente y no de la que ruega un poco de ayuda o incluso atención. Me canse de esperar. Si algo llega voy a decir que sí aunque no lo desee porque... así es la vida, si no te haces notar, si no avanzas, te olvidan. Parte de mí, fue olvidada, la verdadera Luciana paciva y sana murió junto con mi inocencia. Por suerte o desgracia, todavía me quedan millones de fasetas, caretas de todos los colores del arcoíris para satisfacer a quien me de la gana. Para que sólo los que realmente me conocen y se interesan, distingan quién soy y quién no. Para poder jugar un poco mi juego y ver quien me sigue y quien no, quien llama y quien no, quien pregunta y quien no. Porque a fin de cuentas, si uno no pone reglas en el juego y delimita sus espacios, donde comienza el dolor y termina lo saludable, entonces dejás de ser libre para ser un esclavo más. Para ser un nombre perdido.
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